sábado, 30 de octubre de 2010

Día del Niño: La Batalla del Monte de las Cruces, un cuento a propósito de ella.


En este año del Bicentenario cuyo festejo, al modo, concluído el 16 de septiembre, el resto se va al olvido; hay algo que cuando lo comprendí mejor, cuando vi la dimensión y me adentré más a su realidad, a su momento, me conmovió practicamente hasta las lágimas... como bien lo sabes, estoy desarrollando el blog de la Ruta de Hidalgo, lo puedes ver en el siguiente enlace: http://cabezasdeaguila.blogspot.com/ , este ha sido uno de los mejores ejercicios que he realizado en mi vida, visto desde cualquier ángulo; primordialmente en lo histórico, pues me obligué a leer, no todo lo que hay, lo confieso, pero si una buena cantidad de reseñas, de visiones, de testigos presenciales -algunos- y de compiladores de sucesos históricos, -los más-, y, como bien lo sabes, a medida de mis posibilidades he ido recorriendo la ruta, de ese modo he tenido una visión más apegada a la realidad. Esto, desde el punto turístico me deja ver las casi infinitas posibilidades de turismo cultural, histórico, étnico, rural, de relajación, y de varios más, que existen en nuestro país, solo que, como la escena de las vacaciones la domina la playa, la cerveza y el coctel de camarones, pues seguiremos quedándonos con esa riqueza en el olvido... algún día será explotado adecuadamente; espero.


Cuando andaba por el Estado de México hubo un momento en que me adentré más y más en las ideas de la época, en el clima y condiciones y de como se fueron dando las cosas, todo eso lo he ido escribiendo en el blog de las Cabezas de Águila, y, a la vez, estando en La Marquesa no pude controlar mis emociones y estallé en llanto, el resultado del llanto fue un cuento que pretende ser de tema histórico, eso es lo que te presento hoy. Precisamente hoy, porque, en este año del Bicentenario, hoy, 30 de octubre, es el correspondiente a la Batalla del Monte de las Cruces.


Solo te hago una observación. El hecho de que el personaje del cuento se llame Caristóbal, en castellano y Xihucóatl en náhuatl, no es casualidad, Cristóbal es "el potador de Cristo". Xihucóatl (para mi) es "el portador del fuego", en buena medida, una idea sincrética. Tus comentarios serán más que bienvenidos.

Xihucóatl, la historia olvidada.


Esto que te voy a contar comenzó, creo que hace muchos años. Yo morí cuando tenía apenas diecisiete, mi mamá, antes de que se muriera me dijo que cuando cumpliera dieciséis tenia que estar ya casado y con un niño por nacer, solo que no le hice caso, ella me quería mucho y yo a ella, pero, un día, de pronto, así como un pajarito, se calló y no volvió a vivir más. Me dolió mucho, ella no me hablaba, pero me hacía sentir bien, me daba la comida, hacía los mejores frijoles y sus tortillas eran deliciosas. De mi papá no me gustaría contarte mucho, pues él, no se por que razón, él no era muy bueno, el agarró ese vicio que los gachupines tanto tenían. A él se le perdía la cabeza cada vez que tomaba de esas botellas, dicen los antiguos que se le metían cuatrocientos conejos en la cabeza, yo creo que más, pues hacía cosas muy extrañas, solo que, un buen día creo que Dios, ese Dios en el que él creía lo castigó, le envió algo así como un rayo y lo dejo paralizado, vivo pero paralizado.

Apenas me acuerdo, yo era muy niño, yo ví como ese rayo de en mitad del cielo, de pronto, cuando se ennegreció, apareció en mitad de eso que los Padrecitos llaman firmamento, dicen que allí es donde vive Dios, ese Dios que dicen que es Dios… pues fue ese Dios el que mandó el rayo y a él, a mi tata, lo dejó inmovilizado. Él era un noble, dicen que cuando los españoles llegaron a mi pueblo, su tata, es decir, mi gran señor, era el que dominaba toda la zona, eso me contó alguien, alguien que lo conocía. Ahora que ando en el camino, fue que una persona me contó de él; ahora que ando con tanta hambre, se parte de su historia, ahora tengo hambre, mucha hambre, pero me aguanto, yo sé, que luego todo terminará y estaremos bien contentos, todos. Eso me han dicho, eso me dijo un padrecito que habla bien bonito.

Pues pasó que mi mamá murió y mi tata, que estaba bien malo y que no podía caminar se puso bien muinoso, decía cosas bien feas, eso pasó hace tiempo, yo quería ver otras cosas, yo estaba bien cansado, me acuerdo que cuando mi tata y mi nana vivían, tenían muchas tierras, de allí salían todos los mantenimientos no solo para nosotros, sino también para los que trabajaban allí, que eran muchos, todos respetaban mucho a mi tata, le hacían reverencia, le llevaban regalos y, sobre todo, le pagaban mucho, mucho dinero. Yo no se si él era feliz, pero yo vivía muy contento, mi casa no era un jacal, tampoco era uno de esos palacios que los españoles tienen, de esos bien grandes y de pura piedra, mi casa era más sencilla, pero muy grande, mi tata vivía no como español sino como indio, eso a él le gustaba mucho, sobre todo le gustaba mucho llevarle flores y velas y hacerles ceremoniales a Nuestra Madre Tonantzin, un día, él me llevó a su santuario, yo estaba bien chico, pero me acuerdo como fue que él entró, con mucho ceremonial, y mucha devoción, me acuerdo como le comenzó a decirle cosas bien bonitas, también me acuerdo que le lloró, sí, nunca antes lo había visto llorar, pero ese día, en el día de su fiesta le lloró a Nuestra Santa Madre. Me hizo pensar muchas cosas, me hizo pensar si era realmente bueno o no… eso nunca lo entendí.

Yo estaba bien niño cuando un día llegaron los españoles, esos que huelen bien feo y que tienen pelos por todos lados. Llegaron y golpearon a todos, a mis hermanos, a mis hermanas, a mi padre, yo quería decirles algo pero él, mi tata se enfrentó a ellos entonces uno sacó un gran cuchillo y sin decir nada se lo clavó en el corazón. Yo vi como los ojos de mi tata se salieron de su lugar, como fue que todo se volvió colorado, como fue que todo se impregnó de sangre. Luego nos sacaron a todos de allí y todos no supimos que hacer.

Era el tiempo en que comenzaba a hacer frío, apenas pude sacar esto que traigo puesto de esa casa en donde siempre viví bien contento, en donde comí esas cosas tan buenas que mi nana hacía, en donde siempre había un fuego que nos calentaba y que nos iluminaba. Pero eso era ya tan solo un sueño, yo no supe nada más de mis hermanos pues esa noche que llegaron los españoles corrí, corrí mucho, sabía que nos matarían a todos y fue por eso que llegué aquí a este pueblo que dicen que se llama Zinapécuaro, está bien lejos de donde yo nací, pero me vine caminando por la orilla de un gran río al que nombran Madonté y fue por eso que cuando llegué aquí, alguien que me vio que apenas podía caminar, pues estaba bien flaco, tenía muchos días que no comía, pero yo no sabía que hacer, yo solo caminaba y caminaba, entonces fue que conocí a ese señor bien bueno, no creo que era un español pues no hablaba así como esos que entraron y robaron todo a mi tata.

Cuando mi tata y mi nana estaban vivos ellos querían que yo aprendieran muchas cosas, me pusieron en una casa que le decían colegio y allí un padrecito me enseñó a pintar palabras y a leerlas, fue por eso que ahora yo puedo contar lo que a mi me pasó. Pero, cuando entraron esos señores, que eran como perros, yo pude correr, no sé si mis hermanos lo hicieron o no, pero yo corrí, corrí y cuando no pude más me caí y quedé como dormido, cuando desperté estaba ya adentro de la casa de este señor que fue bien bueno conmigo, me dio de comer, cosas bien buenas, me decía cosas bien bonitas, me rezaba y su esposa que tenía un pelo bien bonito y unos ojos también bien bonitos y grandotes, una noche, se acercó a mi y me dio un beso en la frente, yo sentí re bonito y me acordé de mi nana… esa noche me comenzó a salir agua de los ojos… esta señora luego rezó, cosas así como mi nana rezaba.

Yo ya me sentía fuerte, otra vez podía caminar y subirme a los árboles, allí en esa casa me acuerdo que había unas cosas grandotas que salían de entre las hojas y cuando las mordía tronaban, su sabor era bien bueno, nunca había probado algo así, la señora, esa señora que hablaba bien raro, como española, me dijo que se llamaban duraznos. Que buenos que eran. Y sucedió entonces, que yo les ayudaba en su casa, en su huerta, les acomodaba cosas, no como en la casa de mi tata, allí no había ni maíz ni chiles, eran otras cosas. Y sucedió entonces que una noche, llegó un montón de gente, tumbaron la puerta y las ventanas de la casa de esos que ahora eran mis patrones y los mataron, yo vi cuando les encajaron sendos cuchillotes entre la carne, yo vi como los ojos tan bonitos de la señora se fueron apagando y como fue que le arrancaron esas bolitas blancas que llevaba siempre en el cuello. Esta vez corrí, corrí a la plaza, que estaba bien cerca y allí vi a un padrecito, uno de ojos azules y con mechas blancas, iba en uno de esos animalotes que creo les dicen caballos, yo me quedé como sin ganas de moverme, el me miró con sus ojotes y me dijo, que como me llamaba, Cristóbal, Cristóbal me llamo, padrecito, le contesté. Yo sabía que era padrecito pues cuando iba a los oficios con mi nana veía que esos señores se vestían con una cosa en el pescuezo y eso era lo que ese padrecito tenía.

Y me preguntó que de donde era, yo le dije que de un lugar cercano al río que los gachupines le dicen el Grande, en el lugar donde hay gente otomite, tarasca y chichimeca y un Cristo bien bonito que está bien negro. El padrecito me dijo que el conocía el lugar y me dijo su nombre. Yo no le quería decir nada pues estaba bien espantado, de pronto se bajó del animalote, de ese que dicen es un caballo y que era blanco como las garzas y se acerca a mi y me abraza, yo estaba temblando, pensé que me daría un trancazo, pero no, me dio un abrazo y me dijo que él me quería mucho y que quería que lo ayudara para que todos los que vivimos en estos ranchos no nos golpearan más los españoles. Me acordé que mi tata me contaba que a él le pegaban mucho y que a su tata también, pero a mi siempre esos señores pálidos, del color de los santitos de los templos, la verdad nunca me pegaron, pero si vi varias veces que a otros muchachos, a otros indios como yo los golpeaban.

El padrecito fue bien bueno conmigo, me dio de comer, yo tenía retiaharta hambre, pues cuando mataron a la señora y yo corrí habían pasado como tres días y estuve escondido en un hoyo, fue donde me encontró el padrecito en su animalote blanco. Me dijo que se llamaba el padre Miguel, ah, sí, le dije, como el angelito que tiene una espadota y a todos nos cuida del infierno. Sí, me dijo, ese mismo, así me llamo yo. El padre Miguel, cuando acabé de comer esa sopa que estaba bien buena me dijo que yo era dueño de todo eso que veía, que yo debía de luchar por mi libertad. Oiga padrecito, le dije, ¿Qué cosa es la libertad? El con sus ojotes se me quedó viendo y me dijo: mira mi hijo, aquí donde tú caminas es tuyo, lo que comes es tuyo, todo lo que ves es tuyo, entonces si tú eres el dueño de todo esto es porque eres libre. Yo no le entendí nada al padrecito pero me gustaba mucho como me hablaba, me sentía bien a gusto con él, sentía como si un calorcito saliera de su cuerpo, yo que solo me tapaba con mi camisa de manta que estaba ya toda hecha pedazos luego de tanto correr y de tanto esconderme.

El padrecito me dijo que él y todos los que con él habían llegado se irían al día siguiente, me dijo que en busca de la libertad, yo no le entendí nada pero yo me fui con el padrecito y fue entonces que me dijo que cargara piedras, que esas serían como mis flechas. Yo corrí a la plaza pues había visto que había unas piedrotas negras, brillantes, de esas que cortan, pero estaban re pesadas, me agarré solo dos, grandotas, negrotas, brillosotas, las metí en mi morral y seguí al padrecito. Los huaraches ya se me habían perdido pero así, a ráiz me fui, me acordaba cuando estaba niño que me gustaba mucho andar a ráiz corriendo atrás de mi tata cuando se iba a cuidar la milpa, así que esa mañana, bien temprano, me fui siguiendo al padrecito, solo que ya no lo miré más éramos retihartos, un montón que caminábamos y caminábamos atrás de los padrecitos que iban arriba de sus animalotes.

Quien sabe por donde andábamos, la gente hablaba bien raro, no como los padrecitos que hablaban en castellano, sino otras gentes, más prietas que yo, más chaparras que yo. Las patas ya me dolían. Caminábamos mucho y yo llevaba mis piedrotas negras en la bolsa, en el morral, escondidas para que nadie las viera, el padrecito de los ojotes azules, el padrecito Miguel, me dijo que esas serían mis armas, y como el tenía los ojos del color de las virgencitas que yo miraba, me imaginaba que él fuera como su hijo. En la noche hacía un montón de frío. Yo, y otros indios que hablaban bien chistoso, nos acomodábamos entre los árboles, en bola para que no nos diera tanto frío, había mujeres, de esas prietas que saben hacer tortillas y a todos nos daban. Me acuerdo que esa noche, no se como, pero en una bolsita que acarreaba para todos lados, la señora, esa señora buena que me cuidó en Zinapécuaro, antes de que la mataran me mandó al tianguis a que le comprara algo de tequesquite y un poco de ese me lo cargaba en el morral, entonces esa noche que hacía mucho frío y que solo me dieron dos tortillas, me acordé del tequesquite, lo saqué y se lo puse a las tortillas, esa noche me dormí bien tranquilo, aunque hacía mucho frío.

Esas noches cuando andábamos quien sabe en donde, cuando se metía el sol, de pronto comenzaban a aparecer lucecitas, una, otra, un montón, parecía como cuando en el rancho se veían las luciérnagas. Así era como veía como aparecían las lucecitas. De pronto oí que andábamos por un lugar que le decían la Jordana, al otro día, como todos los días nos levantábamos antes de que se pusiera colorado el cielo y seguíamos caminando dizque a un pueblo bien grandote. Yo no se, yo solo me acuerdo que íbamos atrás del padrecito de los ojotes azules, ah, sí, del padrecito Miguel. Éramos un montón, un montonzote de indios, pero unos hablaban una cosa, otros, otra, yo no les entendía a todos, pero a los señores de los ojos azules si les entendía pues, cuando estuve en la escuela, aprendí a hablar como ellos.

Caminamos y caminamos, tenía mucha hambre, pero hambre he tenido desde que mataron a mi tata, desde entonces no como todos los días, aunque hay veces que siento, aquí en la panza como que trajera conejos que me brincan, dicen que estoy flaco, pero, no se, yo siempre he estado así.

La caminata siguió por muchas horas, todo el día hasta cuando estaba bien oscuro. Llegamos a un pueblo en donde la gente trabajaba haciendo telas, de esas bien calientitas, me hubiera gustado una de esas meras, pues en las noches hacía retiharto frío. Por eso me juntaba con otros muchachos, como de mi edad, había un montón de mi edad, no nos conocíamos, pero igual en la noche nos hacíamos bola todos juntos para no sentir tanto el frío pues nos dormíamos viendo las estrellas en el cielo. Ese día no comí nada, las señoras que hacían las tortillas cuando llegaron a donde estabamos nosotros, que era al mero final del montón de gente, ya se les habían acabado, así que esa noche, me brincaron los conejos.

Nos alzamos antes de que saliera el sol, nos fuimos caminando, se oía bien lejos unos pitos y unos tambores, también alcanzaba a oír a otros padrecitos que se ponían a rezar, todo el camino se la pasaban rezando, pero no así como habla el padre Miguel, sino en un modo bien diferente, cuando los oía hasta me daba miedo, luego encendían el copal y salía un montón de humo, y por la humareda nos guiábamos. Fue entonces que llegamos a un pueblo que se llama Ixtlahuaca, desos nombres bien raros, pero no se porque me aprendí como se llama. Entramos hasta la plaza y allí esperamos un poco. No tardó en llegar el padre Miguel, y fue cuando sonaron las campanas como hacía mucho tiempo no las oía, bien fuerte, hasta parecía que nos fueran a reventar la cabeza.

En eso, que llega el padre Miguel, le agarró una muina bien fuerte, los ojotes azules se le salían de la cara y comenzó a decir cosas bien feas, arrancó un papel que estaba pegado en la puerta del templo, y la misa comenzó. Yo me quedé afuera con un montón de gente. Allí si alcancé además de varias tortillas, un pedazo de guajolote… me dio mucho gusto, comerme esa piernota de guajolote, hasta me dormí luego luego, abrazando siempre mi bolsa, mi morral donde llevaba mis dos piedrotas, listas para aventárselas al que me dijera el padrecito Miguel. Había noches en que las limpiaba, hasta brillaban cuando había luna, eso fue solo una noche, una noche que se vio la luna, bien bonita, bien grandota redonda, arriba, en el cielo.

P’al otro día igual me alcé temprano, cuando aun estaba oscuro y se veía esa estrellota en el cielo, y una vez más a caminar. Las patas las traía hasta con sangre pues los huaraches no los había conseguido. Pero cada que oía al padrecito Miguel, ni frío, ni hambre, ni el dolor de las patas sentía. Nos decía cosas bien bonitas y nos hablaba de manera en que lo entendíamos muy bien. Ese día que era domingo fuimos a misa, no en el templo, sino en el monte, con el aire bien frío. Esa mañana yo ya ni me quería levantar, estaba re cansado pero ni modo que me regresara, si no tenía ni pa donde. Era el día de uno de los apóstoles, desos que nos hablan tanto en los templos, de uno que le sale como lumbre de la cabeza, ni me acuerdo su nombre. Y ahí seguimos, camine y camine… oyendo los pitos y los tambores. Oyendo a los padrecitos con sus letanías y fue que llegamos a un pueblote, pero pueblote, bien grande. Esa vez me dieron un atole y un tamal, hasta el frío se me quitó. Nos pusieron a rezar mucho, hasta que nos quedamos dormidos.

Y donde que al otro día, llegan otros padrecitos, de los que se visten como mujeres, con esas faldas largas y como del color de la tierra. Nos dijeron que nos fuéramos, pal rumbo de donde sale el sol, y ahí vamos todo ese montón, dentro de poco sería el día de los muertitos, bueno, el día que los padrecitos dicen que es de los muertitos, porque mi tata me decía que era en otro día. Otra vez nos tocó dormir en el monte, solo que esa vez ni pudimos dormir, hacía retiharto frío, pero mucho, de esos que te sale como humo de la boca y que te hace temblar como cuando te enfermas. Lo bueno es que éramos un montón, pero más bastantes que antes, todavía ni salía el sol cuando nos dijeron que nos moviéramos y que comenzáramos a caminar, y que si veíamos algún gachupín, que lo apedreáramos. Yo llevaba mi morral abrazado, con mis piedrotas negras, brillosas, bonitas y listas para aventarlas cuando el padrecito me lo dijera.

Entonces fue que entramos a un lugar lleno de árboles, desos bien grandotes, había como humo que salía de entre los arbolotes, de pronto que se oye un tronido, como si hubiera caído un rayo del cielo, pero no estaba lloviendo y aparecieron un montón de esos animalotes, como ese donde se montaba el padrecito Miguel. Y comenzó a oler bien feo, pal rato que se oyen más truenos y yo sentí una cosa bien fea arriba del ombligo. Me caí, viendo al cielo y pasó brincando uno de esos animalotes como si volara, me dio mucho miedo, pero no me podía mover, saqué mi piedra para aventársela, pero no llegaba el padrecito Miguel y no me podía mover, entonces comencé a ver todo colorado, así como cuando comienza el día, o como cuando se está acabando, el frío se me quitó, yo no podía agarrar la piedra que llevaba en mi morral, la tenía lista, el padrecito me dijo que cuando viera un gachupín se la aventara a la cabeza, pero no me podía mover, veía todo rojo, ya no veía los arbolotes, solo veía todo rojo, y sentía calor, como si el sol lo tuviera encima, y le grité al padrecito, le grité mucho para que viniera por mí, entonces oí otro trueno y ya no me pude mover más, mi morral se quedó allí, tirado junto a mi, con mis dos piedrotas negras, brillosas, limpiecitas. Se me cerraron los ojos y ya no supe nada más.


La Batalla del Monte de las Cruces quedó recordada para siempre en el escudo oficial del Estado de México, en el cantón superior derecho aparece representada. La Batalla del Monte de las Cruces pudo haber sido el fin de la Guerra de Independencia, por motivos varios y desconocidos, Hidalgo prefirió recular que entrar en la ciudad de México. De haberlo hecho, se hubiaran dado saqueos al por mayor, se hubieran dado asesinatos, también al por mayor. Solo que, se hubiera concluido una guerra en tan solo dos meses, en lugar de los once años que duró. Lo que no sé y más bien dudo, es si, de haberse dado ese hecho, las cosas en la actualidad para ti y para mi fueran mejores... creo que no.


Nota para los que me leen a diario. Mañana estaré montando el Altar de Muertos, por lo tanto no publicaré... luego te mostraré los resultados.

viernes, 29 de octubre de 2010

Rituales funerarios de los chichimecas


En efecto, los chichimecas, los "bárbaros del norte", los úncios que lucharon por más años para evitar la penetración española, los que hicieron temblar a los conquistadores, los más olvidados y menos conocidos de toda nuestra historia, ellos, aunque eran nómadas, aunque no dejaron muchos testimonios de su vida cotididana, igual tenían un respeto especial por los muertos, por las almas, por el más allá.


Este pueblo que recibió el nombre genérico de Chichimecas, se conformaba en realidad por muchos pueblos, por muchas tribus: Jonaces, Pames, Guachachiles, Zacatecos, Copuces, Guamares, Tecuexes, Cazcanes, Tepeques y Guaxabanes. La voz Chichimeca viene del náhuatl, significa "linaje de perros". "Sahagún considera como chichimecas auténticos (teochichimecas) a los grupos de cazadores nómadas y recolectores de plantas silvestres del norte de México. Se cree que esas tribus salvajes se establecieron hacia 1170 en las riberas del río Colorado y avanzaron muy al sur, hasta el valle de México, a donde llegaron antes que los aztecas. Cayeron bajo la influencia civilizadora de la población establecida y, con el tiempo, llegó adistinguirse entre los verdaderos chichimecas, cazadores slavajes , y los descendientes civilizados de los antguos inmigrantes, que aún se enorgullecían de proceder de las belicosas huetes septentrionales y que se habían convertido en la aristocracia del atiplano..." (1)


Esto se refiere a los orígenes, nos hablan de 1170, si consideramos tan solo, como punto de referencia que la caída de la Gran Tenochtitlán fue en 1521, y ellos, los aztecas llevaban poco más de doscientos años asentados en el lago, con los chichimecas "auténticos" como se marcó, estamos hablando de una antiguedad aun mayor, doscientos años más atrás (todo un Bicentenario) antes de la fundación de la Gran Ciudad.


Dicen los Anales de Cuautitlán: "Los chichimecas llevaban vida de cazadores, no tenían casa, no tenían tierras, su vestido no eran capas de algodón, solo pieles de animal, solo capas hechas de heno. En redecillas y huacales criaban a sus hijos. Comían tunas grandes, biznagas, raíces silvestres. Mucho se afanaron durante 364 años, hasta que empezó el fin, el señorío chichimeca en Cuautitlán". (2)


Philip W. Powell es quién más a profundidad ha estuidado a los chichimecas, su libro es un clásico al que todos los historiadores de la zona ocupada por los pueblos chichimeca hacen siempre referencia y es en ese libro, precisamente, donde encontramos esto que considero es un testimonio de lo más interesante y nos hace pensar si relmente eran tan bárbaros, como los definieron los españoles que habían encontrado a tlaxcaltecas, otomíes y tarascos que se les unieron, o es solamente otra visión más, impuesta, para seguir engrandeciendo el recuerdo de la santa evangelización.


"Los españoles no estaban muy convencidos de que los chichimecas hubiesen dejando atrás las etapas más primitivas en materia de prácticas religiosas u organización social. Observaron que los aborígenes al parecer rendían culto a los principales cuerpos celestes, a deidades animales y a ciertos árboles y hierbas. También observaron cierto ritual religioso en los entierros, en el trato dado a los prisioneros y en un canibalismo limitado. Por ejemplo, algunos quemaban a los difuntos de su propio pueblo y conservaban las cenizas, o bien junto con el cuerpo se enterraban alimentos y agua para el más allá; a veces quemaban a sus enemigos y dispersaban sus cenizas al viento. También se supuso que las danzas al rededor de los cautivos, antes de matarlos, tenían cierta importancia ritual. Los chichimecas creían que podían adquirir las cualidades deseables de ciertos hombres o animales si se los comían o si se pintaban los animales sobre su propia piel..." (3)


Bueno, pues la cosas no han cambiado mucho, el quemar los cuerpos y guardar las cenizas es lo que en la actualdiad sucede y ni que decir de aquellos que piensan que por comer criadillas o huevos de tortuga tendrán más potencia... en fin, cosas de la vida en estas celebraciones a la muerte.

Fuentes:

1.- Enciclopedia de México. Tomo IV. México, 1996.

2.- Anales de Cuautitlán

3.- Powell Phillip W. La guerra chichimeca (1550-1600) Lecturas Mexicanas 52. FCE. México, 1984

Enlaces:

Para entender la palabra Chichimeca, entra aquí:
http://vamonosalbable.blogspot.com/2009/04/chichi.html

Y con eso del Chichi, ¿sabes lo qué es un achichincle?
http://vamonosalbable.blogspot.com/2009/04/achichincle.html

jueves, 28 de octubre de 2010

Tlaxochimaco y Todos Santos, mismos conceptos, distintas religiones


Del noveno mes azteca denominado Tlaxochimaco ya habíamos hablado antes, recuerdo que te puse una serie de fotos de flores, hermosas todas, que encontré en la Sierra Gorda queretana, pero esa vez le dí un enfoque distinto al que hoy haré, pues a medida que vamos entendiendo más y mejor los simbolismos de los antiguos rituales, vamos identificando más fácilmente su función y su consecuente mestizaje. El solo hecho de ser el noveno mes del calendario implicaba algo importante, según Francisco Javier Clavijero era del 5 al 24 de agosto cuando se celebraba esto que era la fiesta de todos los dioses. (1)


"El día de la fiesta, muy de mañana, todos iban al campo, donde entonces había muchas flores de todos colores, que se criaban solas, y hacían con ellas guirnaldas, collares y sartales para adornar las imágenes de los dioses. Los sacerdotes de Huitzilopochtli componían la imagen de él y todos los sacerdotes de los demás templos arreglaban las imágenes de los dioses que tenían a su encargo. La gente principal y los macehuales adornaban con flores las imágenes de los dioses, semejante a la que después llamaron los cristianos de todos los santos". (2)


Fue así que para los Franciscanos el trasladar el Tlaxochimaco, el modo y razón del festejo al 1 de noviembre, como festividad de Todos los Santos fue parte de ese enorme paquete que fue el mestizaje de las ideas, es decir, del sincretismo; sin embargo hubo algo que se anuló de la festividad, el llamado teocualo, el cual, originalmente se hacía al hervir, como si fuera un potaje, el cuerpo del sacrificado que representó a Yacatecuhtili, luego al terminar la fiesta se comía, con esto comprobamos que si había antropofagia entre los aztecas, pero solo en rituales muy específicos... el teocualo se hacía, en otra festividad, la de Panquetzalitzli, pero lo que se comían era la representación de Huitzilopochtli hecha con tzoali, que es lo que ahora conocemos como alegría y de allí es que se da un nuevo mestizaje, el teocualo hoy día no es otra cosa más que el pan de muerto.


En este mi trienio sabático (que afortunado soy, ojala pueda llegar a mi cuarto año sabático), repasando y volviendo a repasar ese libro que antes era casi como la Biblia y que se consultaba para saber si se sembraba o no y en que día específico, me refiero al Calendario del más antiguo Galván, me sorprendí al encontrar que no es solo una fiesta de Todos los Santos, sino que son seis y todas se celebran en el mes de Noviembre. Pero vamos por partes, en la iglesia primitiva solamente se festejaban a los mártires y a San Juan Bautista, "gradualmente se fueron añadiendo otros santos, y el número aumentó cuando se estableció el proceso regular de canonización. Aun así, tan temprano como el año 411 había en el calendario cristiano caldeo una “Commemoratio Confessorum” para el viernes después de Pascua. En Occidente el Papa San Bonifacio IV, 13 de mayo de 609 ó 610, consagró el Panteón en Roma a la Santísima Virgen y a todos los mártires, y ordenó un aniversario. Gregorio III (731-741) consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos y fijó el aniversario para el 1 de noviembre. Ya existía en Roma una basílica de los Apóstoles, y su dedicación se conmemoraba todos los años el día 1 de mayo. Gregorio IV (827-844) extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia. La vigilia parece que se celebraba tan temprano como la fiesta misma, y el Papa Sixto IV (1471-84) añadió la octava". (3)


Así pues, tenemos que el 1 de noviembre es el día de Todos los Santos, el 5 de noviembre se festejan a Todos los Santos de la Compañía de Jesús; el 7 de noviembre a Todos los Santos Dominicos; el 13 de noviembre a Todos los Santos Benedictinos y Agustinos; el 14 de noviembre esta dedicado a Todos los Santos Carmelitas y, al final, como ratificando su humildad, el 29 de noviembre se celebran a Todos los Santos Franciscanos. (4)


"Hoy recordamos a la ingente multitud de mártires, monjes, confesores, vírgenes, doctores y reilgiosos y religiosas que se santificaron con observancia y viven del carisma del Carmelo.

También a los terciarios y cofrades seglares que, por vestir el Escapulario, estuvieron vinculados a la Orden" La Iglesia Universal celebra las fiestas de algunos santos que tienen "renombre" o traen un "mensaje" para toda la Iglesia. Para recordar a aquellos que no tienen un día explícito, desde hace mucho tiempo se instituyó la Fiesta de Todos los Santos que se celebra el día uno de noviembre. A su imitación también la Orden del Carmen celebra la Fiesta de Todos los Santos Carmelitas el 14 de noviembre. Esta fiesta tue instituida por el papa Clemente X (+1676) mediante un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos firmado por el Cardenal Bona.


En el capitulillo que traemos al inicio de este libro "El Carmelo Escuela de Santidad" ya recordamos los miles de Santos -aunque no estén oficialmente canonizados por la Iglesia- que ha engendrado el Carmelo en sus casi ocho siglos que cuenta de vida. Piénsese en las múltiples familias masculinas y femeninas que viven su carisma y, sobre todo, la enorme muchedumbre de cristianos que durante estos siglos han vivido agregados a la Orden por medio de la vestición del santo Escapulario siendo santos Terciarios o Cofrades del Carmelo.

San Juan Evangelista dice que vió a 144.000 elegidos que seguían al Cordero. Se trata de una cifra simbólica, que indica totalidad, plenitud... ya que a renglón seguido, añade "Después vi una multitud inmensa que nadie podría contar". (5)


Ay caray... 144mil... ¿serán esos Todos los Santos? bueno nos quedamos con la duda, ya sabemos que no fueron Once Mil las vírgenes, sino que eran solo once, por aquello de que la última sacrificada fue Undicimilla, esto en relación a Santa Ursula (se acaba de celebrar, el 21 de octubre), pero si eres observador y obcecado en eso de los números... ¿qué no es el 144,000 un número que aparece en el Calendario Maya? ahora que andamos más cerca del 2012 seguramente aparecerá por allí el enigmático 144,000 ya lo veremos...


Fuentes:

1.- Clavijero, Francisco Javier. Historia Antigua de México. Editorial Porrúa, México, 1974.

2.- Álvarez Constantino, Jesús. El pensamiento mítico de los aztecas. Ediciones Balsal, Morelia, 1977.

3.- Enciclopedia Católica.
http://ec.aciprensa.com/t/todossantos.htm

4.- 184° Calendario del más antiguo Galván. Librería y Ediciones Murguía. México, 2010

5.- Carmel Net, Provincia del Corazón Puro de María, Illinois. USA
http://carmelnet.org/chas/santos/todos.htm

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miércoles, 27 de octubre de 2010

La Santa Inquisición o el temor a morir atormentado


Hace un siglo se decía que la letra con sangre entra, refiriéndose a los castigos que los estudiantes recibían si no aprendían y luego recitaban toda esa retahila de lo que el sistema educativo de la época marcaba, pero hace más de 400 años las cosas eran aun más fuertes, pues fue cuando llegó a México la Inquisisición. Casualidad de las casualidades, vamos a pensarlo así, fue precisamente un día 2 de noviembre de 1571 cuando se instaló ese que dijeron ser "santo" tribunal, lugar a donde llegaron cientos de personas a recibir castigos por herejía basicamente, pero también por hechicería, brujería, idolatría y varias cosas más. Lamentablemente no castigaban por corrupción, de lo contrario nos hubiéramos liberado de ese flagelo nacional, es más, en buena medida la Santa Inquisisción fue la fértil tierra en donde la semilla de la corrupción fructificó.

"En el año de 1571 llegó a México el Doctor don Pedro Moya de Contreras, nombrado inquisidor mayor de la Nueva España y comisionado para establecer en ella el Santo Tribunal de la Fe, conforme a las constituciones vigentes y a las expresas instrucciones que recibido había del rey Felipe II, del inquisidor general de España, el cardenal don Diego Espinosa, y de los licenciados Soto Salazar, Ovando y Vega de Fonseca, que formaban el Consejo de la Inquisición ".

De la Inquisisción mucho se ha fantaseado, mucho se ha exagerado y mucho se ha difundido como un espectaculo de terror, eso lo vemos en la exposición que lleva varios años recorriendo la República exhibiendo los instrumentos de tortura, solo que no sirve de mucho, pues la tortura la seguimos teniendo por todos lados, peor aun, ahora no es solo física, sino también mental. Así pues, asociando las festividades que están por comenzar, la de Muertos, veamos esta que fue no la antesala del terror, sino la sala del terror, propiamente, la cual con solemnidad se instaló un día de Muertos, precisamente hace 439 años. Se dice que los pregoneros fueron a siete plazas de la ciudad de México a leer en voz alta, como las costumbres de la época lo marcaban, lo que a continuación leeremos, y que fue tal impacto, que muchas personas, con tambores y flautas se incorporaron a los pregoneros para irele dando más solemnidad al pregón:

"Sepan todos los vecinos y moradores desta ciudad de México y sus comarcas como el señor Doctor Moya de Contreras, Inquisidor Apostólico de todos los reynos de la Nueva España, manda que todos, y cualesquier persona, assi hombres como mujeres de cualquier calidad, y condición que sean de doce años arriba vayan el domingo primero que viene, que se contarán cuatro de este prsente mes de noviembre, a la Iglesia mayor desta ciudad a oír Misa, Sermón y Juramento de la fe que en ella se ha de hacer y publicar, so pena de excomunión mayor. Mándase pregonar publicamente para que venga a noticia de todos."

Los tormentos eran varios, unos más usados que otros, el del Potro era, quizá el más usado, pero había más y cada uno de ellos contaba con el debido instructivo "para causar más dolor" anotaban desde España para que fueran propiamente aplicados los tormentos..."Algunas veces se suspendía el tormento porque el reo comenzaba a hacer confesiones y revelaciones; pero otras, bien porque la víctima nada tuviera que decir o porque dado de gran entereza podía soportar el martirio, después del potro se pasaba al tormento de agua, que consistía en tener al acusado en el mismo potro y por medio de una toca hacerle tomar a cada admonición una cantidad de agua; pero la toca estaba colocada de manera que una punta de lienzo entraba dentro de la boca hasta la garganta, produciendo al reo ansias y dolores insoportables, entonces se decía que había vencido el tormento y se le daba por compurgado si la sospecha era leve".

Los instrumentos de la tortura eran diferentes en cada Inquisición [recordemos que, además de en España, las hubo en La Nueva España, el virreinato del Perú y demás posesiones hispanas de Ultramar], así como el modo de aplicar el tormento; por eso las descripciones de ellos que hasta hoy se han hecho pueden tener mucha parte de fantásticas.

"El Señor Don Isidoro de San Vicente en carta de 2 de este nos refiere de V.A. la forma de dar los tormentos de garrucha, y silla, y nos manda avisemos a V.A. del modo de dar la buelta de la trampa y trampaso que hoy se practica porque quiere V.A. reconocer su vigor, quedamos advertidos de dichos tormentos si bien a muchos años que aquellos ni los de Brasero, Plancha de Metal caliente, toca con siete cuartillos de Agua, ladrillo, de piñonsillo, Escarabajo, tablillas, Sueño, y otros no se practican; el de silla por no ser considerableni haberse tenido por la calidad de tormento, y los demas por muy rigurosos y riesgo cierto, que hay en la garrucha, de quedar descoiuntado el que le pasa: en cuyo lugar a mas de treinta años, que esta inquisisicón la justicia Real, Alcaldes del Crimen y otros tribunales, segun la relación que tenemos, practican el de cordeles y Garrotes que tienen tres especies de buelta de trampa mancuerna y teniendo al reo en el potro cuio modo y partes donde se da procuraremos da a entender para cumplir con lo que V.A. se sirva mandarnos..."

Así es como nos vamos enterando, paso por paso, cual era el punto a seguir, siempre en crescendo, para que el dolor fuera más fuerte. Idudablemente que los inquisidores llevaban el sadismo al extremo. En el documento se va diciendo cuantas vueltas se darán antes de reventar venas, ojos, en fin... un manual del terror es poco, quizá algo equiparable a Auchwitz. "Todo lo dicho es poner en forma al reo para comenzar la ejecución del tormento, porque el que hasta aquí ha tenido con la sincha ligaduras y teanazas de macuerna y trampaso aunque es a alguno y a algunso se hace mui sencible, no es de mucho dolor, si bien las ligaduras de los brazos les suelen causar y dar mucha congoja y la sincha por el peso del cuerpo, especialmente, si se pone bien baja en la misma cintura, por que si se sube a los pechos ai gran diferencia, en la primera forma es de mas dolor que la segunda.

Guarde Dios A V.A., en Cordova 11 de octubre de 1646.- Carta de la Inquisición de Cordova al Consejo sobre los tormentos.


Bien me puedo imaginar todas las ideas que estan dándote vueltas en este momento en la cabeza. Para terminar te comento dos cosas, que ese montón de faltas de ortografía que ves no son casuales, así se escribió en ese tiempo la carta, la otra; que esto lo extraje del tomo III del libro México a través de los siglos.

Enlaces:

Increible, pero cierto, estamos en México y cuando era un Auto de Fe la ciudad, simplemente se engalanaba:

http://vamonosalbable.blogspot.com/2009/04/el-santo-oficio.html

Para ver como incluyó la Santa Inquisición en el modo de transmitir la información:

http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/07/del-bajio-sus-gentes-sus-costumbres-y.html

martes, 26 de octubre de 2010

Los Angelitos, el lado oscuro de los recuerdos

Tú, yo, todo aquel que se precie de ser auténticamente mexicano, tenemos ese… digamos que, “don”, de saber dialogar con la muerte. Tú y yo, nos morimos de risa, tú y yo nos morimos por ir a un lugar, en ocasiones he dicho que “ojalá se muera tal persona”, creo que tú también lo has dicho, incluso has jurado que “me muera si no es cierto”. Creo que eso no sucede en otras latitudes, eso de tener la muerte en la punta de la lengua… claro es que ahora, en este tiempo que nos tocó VIVIR, a ti y a mi, eso del desear, pensar o decir “que se muera” mejor lo pensamos dos veces.


Sucede que antes, hace cosa de al menos setenta años, la muerte era otra cosa, especialmente la de los niños, la cual sucedía con más frecuencia dadas las condiciones en que entonces se vivían, más atrás nos vamos en el tiempo, menos expectativas de vida encontramos… erróneamente pensaba que esa tradición de retratar a los niños muertos era solo de México, más aun, pensaba que era privativa del Bajío, ahora me entero que no, que en Europa esto sucedió luego de que hubo acceso, si no masivo, si al menos a los que podían pagar una toma del niño, digamos que, del “angelito”, precisamente antes de depositarlo en la caja. Ese sería el único recuerdo que de la criatura quedaría.


Por acá, en los rumbos del Bajío, la costumbre se dio, la de llamar al fotógrafo, esto ya entrado el siglo XX, o de ir con el cuerpo sin vida del niño a tomarle la foto del recuerdo, esto a finales del siglo XIX cuando la fotografía se comenzó a implementar en algunas poblaciones del Bajío.


La historia no es reciente, ésta al igual que muchas, por no decir que todas las tradiciones que tenemos y que, lamentablemente, hemos ido perdiendo una a una, son producto de la fusión, del sincretismo de dos mundos, el europeo y el mexicano, es decir, el mexica, en el cual se pensaba que todos los niños que morían se iban a un lugar especial del Mictlán, al Chichihuacuahuco. Lugar en donde había un árbol con pezones de los cuales los niños se podían amamantar y una vez recuperados, regresar al mundo.


Esta tradición la retomamos con el paso del tiempo y de la evangelización y se fue involucrando con la festividad de Todos Santos, la del primero de noviembre, en la que, se supone que a las doce del día regresaran esos niños muertos, por lo tanto habrá que tenerles sus juguetes y golosinas, pues, comenzado el 2 de noviembre, ellos, los niños regresarán a ese lugar en donde están… antes se decía que en el Limbo, solo que, ahora, con la reestructuración del las ideas del paraíso, el Limbo, simple, sencilla y llanamente, desapareció.


Lo que no desapareció, afortunadamente, es la arraigada tradición de festejar a los muertos, de recordarlos, de pensar que regresarán y que habrá que agasajarlos… esta es una encarnizada lucha que se está librando en este mundo caótico en el cual vivimos, y se están enfrentando las auténticas tradiciones mexicanas, como el día de muertos, con la absurda, peliculesca y fuera de contexto festividad del halloween. Yo, yo me quedo con lo mío, yo me quedo con la celebración de los Fieles Difuntos y todo lo que englobarán esos días.



La primera fotografía corresponde al reverso de una tarjeta de presentación, cosa común a finales del siglo XIX entre algunos fotógrafos. Las fotos dos, tres y cuatro son del maestro guanajuatense Romualdo García, ese que una vez te conté que sabía retratar el alma… incluso el alma de los muertos. Las dos últimas fotos, las de color, corresponden a una tienda local en donde se venden ropones, que en la actualidad se usan para los bautizos, mismos que, hace algunos decenios, se usaban en los entierros de los niños, de los “angelitos”.


Para ver un poco más del Chichihuacuahuco, entra aquí:

http://vamonosalbable.blogspot.com/2009/10/los-ninos-muertos-angelitos-que-se-van.html

Para ver más sobre Romualdo García, entra aquí:

http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/05/romualdo-garcia-el-que-supo-retratar-el.html