domingo, 1 de mayo de 2011

Los trapiches en San José del Cabo

Caminando un poco más allá del centro de San José del Cabo, rumbo al Aeropuerto, encontramos algunos vestigios de los que fueron los prósperos trapiches que procesaban la caña de azúcar de la cual se derivaría luego, entre otras cosas, el piloncillo y la llamada "panocha"nombre que, para algunas personas, le sigue pareciendo agresivo, pero así es su nombre original. Si pasamos por la oficina de Fonatur, veremos que allí se exhibe una de las moledoras de caña que usaron hace ya casi un siglo en un de las varias haciendas que había en la región. Haciendo eco a los escritos, casi en el olvido, del que fuera Cronista de Los Cabos, don Rafael López Green, nos introduciremos un poco más en esta "Remembranza a los Trapiches".

"Los trapiches formaron parte del desarrollo industrial de la región durante la década del treinta del siglo XX. El proceso consistía en extraer el jugo de la caña o el guarapo que se llevaba algunas horas con la finalidad de evaporara el agua. Había que estar moviendo constantemente este jugo con palas de madera, que eran fabricadas a modo de remo, y quedara solo el dulce. En tablones de madera, se torneaban unas cavidades en forma de moldes para vaciar el dulce, que acabaría por ser el producto final llamado piloncillo o panocha. Para saber si el cocimiento del jugo estaba en el punto de ser vaciado, se tocaba constantemente, y una vez que estaba listo, a éste se le llamaba "miel de dedo".


"También se obtenían otros productos de esta miel, tales como el alfeñique y la panocha en gajo. Además de tomar el sabroso jugo de guarapo una vez que era extraído de la caña, agregándole unas gotas de jugo de limón. La producción anual era de aproximadamente 900 cargas entre todos los trapiches de la zona. Cada carga pesaba 115 kilos. La Mayor parte de la producción de panocha se consumía en la zona y en su mayor cantidad sustituía el azúcar refinada, que solo se usaba para casos especiales. Parte de la producción se vendía a los almacenes González Canseco, quienes la embarcaban al interior de la república, Ensenada y Mazatlán.


Cuando inició el auge del algodón en la Baja California Sur, la producción de panocha se vino abajo. Y no se volvió a ver el verdor de la caña de azúcar en las huertas, solo se veía la blancura del algodón. También el agrarismo contribuyó a la desaparición de esa industria. Los molinos en su mayoría eran de fabricación norteamericana y funcionaban con motores eléctricos, también hubo algunos que eran impulsados con bestias.



De los trapiches que existieron en el municipio, fueron los de don Cruz Cesenia espana, el molino de Fiol, el de los Aragón, el de Miramar, que pertenecía a los Agraristas, el de los Castro en las Ánimas, el de don Roberto Palacios, el de los ejidatarios en Guaymitas, el de don Santiago Caseña de la familia Olachea en Catarina, el de don Francisco Fisher Mauriño en San Bernabé, el de don Encarnación Burgoin en Catarina, el de los Carrillo en Santa Anita, el de Caduaño que funciona aun con bestias. En Santiago había dos que eran de los Cota y de los Trasviña. En San Venancio existe aun el del Ing. Manuel Castro Castro y en Cabo San Lucas el de Gustavo Álvarez que lo mantiene para continuar la tradición.


Uno de los mayores impulsores de la fabricación de la panocha fue el senior Francisco Fisher Mauriño. En temporada de molienda mantenía una fuerza de trabajo de cincuenta hombres, que además de sacar su producción maquinaba a otros". (1)


De todo esto que nos cuenta el finado Rafael López Green no queda mucho, solo los chacuacos o chimeneas que han podido sobrevivir por el rumbo de Santa Rosa, la hacienda de los Palacio en Guaymitas. Algunos vestigios vemos aun en Santiago y yo me pregunto si no habrá un proyecto para recuperar todo esto, para dar a conocer a los turistas que llegan a Los Cabos con la intención de conocer México y que en ocasiones se les da, durante los pasos, datos como que si Madonna, la cantante, tiene una casa y que si el futbolista Montana también... datos como que aquí prosperó una industria, como lo fue la azucarera, en la modalidad de panochera, serían gratamente recibidos por los visitantes. Quizá si se fuera a excavar a todas esas zonas mencionadas, se puedan aun recuperar las maquinarias que están allí en el olvido. Incluso, se me ocurre, que habiendo un pretendido Museo en San José del Cabo, el cual es solo un edificio vacío, se pudieran allí concentrar todas estas piezas, como la que hay en Fonatur y dar a conocer este pasaje tan importante en la historia local.



Algo interesante de seguro se puede hacer con todos esos vestigios...



Nota: Don Rafael López Green mantuvo durante un par de años una columna dominical llamada Remembranzas en el periódico local Tribuna de los Cabos. Este artículo que transcribo aquí fue el publicado el 9 de julio de 2000.


2 comentarios:

  1. Gracias Benja,

    Es muy, muy, muy interesante.

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  2. excelente reseña y muy clara la informacion, conozco un poco mas de m i mexico lindo

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