lunes, 9 de septiembre de 2013

El Museo Alberto Rus en Palenque, visto por El Bable.

   Uno de los grandes sueños que tenía, cuando comencé el "andar" por este nuestro país, era llegar a la región sureste, luego de vivir un año por el rumbo pude ahorrar lo suficiente para, en mis primeras vacaciones ir a recorrer Campeche y Tabasco, estando allí pude llegar a Palenque, quedé extasiado, era mi primer encuentro con la selva. No recuerdo la fecha, pero seguramente en Noviembre pues había agua en abundancia y el verdor era extremo. Caminé por toda la zona pero más enfocándome a la selva, a la parte donde los edificios eran materialmente devorados.

   Eso sucedió hace un montón de años, más de tres década, tal vez cuatro. Los servicios eran escasos, los visitantes también, creo solo topé con dos o tres en aquella ocasión lo cual hizo aun más grata mi visita. Al otro día seguí a Agua Azul, los servicios de transporte, eso sí que lo recuerdo muy bien, eran pocos y malos, tuve que esperar mucho tiempo para ir y más para regresar. Como quiera quedé impactado por el lugar. Pasaron varios años y volví, la fecha la recuerdo muy bien, era la víspera de Navidad de 1993, como todo mes de diciembre, estaba el cielo totalmente cubierto, de pronto se soltó una lluvia que nunca terminó, aun así me fui a la zona arqueológica.

   Si la vez anterior había poca gente, ahora eran menos, tal vez solo dos cristianos eramos los que nos habíamos aventurado a recorrer la selva y la zona arqueológica, bajo una lluvia que iba de intensa a fuerte con ráfagas de extrema. Las piedras se volvieron resbaladizas, así que solo me dediqué a caminar y caminar por la selva y debajo de la lluvia, fue una experiencia extraordinaria. Al otro día, plena Navidad, la lluvia había concluido, lodazales por todos lados, día de reposo y... "a la mañana siguiente" me fui a Yaxchilán, luego crucé a Guatemala y sí, efectivamente, andaba por parte del territorio controlado ya por el EZLN, para el 1 de enero hicieron su aparición, pero yo andaba ya por Tikal.

   Esa historia ya te la conté, la puedes leer aquí. Hago todo este antecedente para entender mejor lo que ahora vemos. Ni en la primera, ni en la segunda vez que pude llegar a Palenque visité el museo, de haberlo hecho me hubiera tocado el museo anterior, el que se inauguró en 1957 (Año de Hidalgo), seguramente en este sitio también estuvo presente la mano de Carlos Pellicer, lo supongo dada la proximidad de Villahermosa con Palenque y porque el Parque Museo de La Venta fue inaugurado al año siguiente.

  El Museo actual fue abierto en diciembre de 1994 y tiene su estrella, su punto focal, en una reproducción a escala y detalle, de la tumba de Pakal, esa que se hizo muy famosa por la posición que el personaje presenta y que, dicen, es la de un cosmonauta. El Museo está, por así decirlo, en la parte baja de la zona, luego de visitarlo tienes dos opciones, ir a través de la selva por unos caminos espectaculares, con ríos, cascadas, mariposas, aves, flores, olores paradisíacos o esperar la combi que pasa cada media hora y te lleva hasta la parte alta, en donde está el acceso principal, allá arriba hay restaurantes y demás servicios. Preferí visitar primero la zona arqueológica pues el calor era elevado, para luego, en la tarde y con el cansancio y sudor acumulado, recorrer el museo y gozar del aire acondicionado. 

   Habiendo sido Palenque el sitio de morada de una dinastía, de una realeza, lo que veremos allí es la manifestación artística en torno a una personalidad de noble rango: su tumba, sus ornamentos, sus joyas, sus máscaras... otro de los sitios a los que hay que ir dispuestos a recorrerlo con tranquilidad y asimilar todo lo que ahí se exhibe.



 
























 
 


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