domingo, 29 de junio de 2014

Petlacalco, el concepto de la troje entre los mexicas.

   Hacía tiempo no abordábamos en este Bable el tema de los silos y las trojes, quizá sea porque el rumbo por el que andaba en este primer semestre del 2014 era el Sureste del País y, dadas sus condiciones climáticas, regularmente húmedas y lluviosas, el asunto del almacenaje es cosa complicada. Eso lo recuerdo bien haber leído, cuando, allá por los sesentas, cuando se construyeron los "Silos del pueblo", es decir, los Conos de Conasupo, en lugares como Veracruz, en donde la humedad es cosa habitual, esos silos cónicos más que una ayuda, fueron perjudiciales pues los granos aceleraban su descomposición debido, precisamente, a esa abundante humedad.

   En un artículo que publiqué aquí, comentaba que lo más seguro es que el Cuexcomate era el antecedente de los silos cónicos, incluso encontré algunas interesantes fotografías que compartí para hacer más claro el concepto y por que, dada su forma, planteaba ese antecedente. Ahora, leyendo al gran Francisco Javier Clavijero, encuentro que en su Historia Antigua de México hace referencia a otro concepto que nos aclara que, así como entendemos claramente que una cosa es un silo y otra una troje, una cosa es el Cuexcomate y otra el Petlacalco.

   "Tenían eras para desgranar las mazorcas y para limpiar las semillas, y trojes para guardar el grano. Sus trojes eran cuadradas y por la mayor parte de madera. Servíanse para esto principalmente del oyametl, que es un árbol altísimo y muy derecho, de tronco redondo, de corteza sutil y lisa, de pocas ramas y muy delgadas y de una madera correosa y difícil de romperse y de apolillarse. Formaban estas trojes sobre un envigado de pino disponiendo en cuadro los troncos de oyametl hasta la altura que querían, sin más labor que unas muescas o hendiduras que les hacían cerca de las extremidades para encajar un tronco en el otro y unirlos tan estrechamente que no permitiesen el paso de la luz. En llegando el cuadro a la altura que habían determinado darle, lo cubrían con otro envigado de pino y sobre él formaban el techo para defender el grano de la lluvia.


   "Tenían estas trojes las puerta en la parte superior y en la inferior una ventanilla. Eran tan grandes que contenían 5 o 6000 y aun más fanegas de maíz. Vense hasta hoy de estas trojas en muchos lugares distantes de la capital y entre ellas algunas que, a lo que parece, fueron construidas antes de la Conquista, y según me ha dicho un agricultor inteligente, en ellas se conserva mucho mejor el grano que en las que se acostumbran en Europa. Para cuidar de las mieses tenían miradores en la orilla de las sementera. Fijaban cuatro palos altos en la tierra y en lo más elevado de ellos formaban una chozuela de ramas o de esteras desde donde podía un hombre, sin ser ofendido del sol o de la lluvia, observar todo el sembrado y ahuyentar con la honda las aves y animales perjudiciales. Son hasta hoy muy comunes en aquel reino estos miradores". (1)

   Interesante saber que, eso que nos sorprende tanto al caminar por México, especialmente por el centro del País, en sus antiguas haciendas, ya desmoronándose, surgen esas trojes, de piedra por el Bajío, de adobe por otros rumbos, cuyo antecedente está tanto en las trojes europeas, como en el petlacalco mexicano. Por cierto, la esa palabra, Petlacalco, quiere decir "lugar de la casa de petate", hay un pueblo, al sur de la ciudad de México, en Tlalpan que lleva ese nombre, quizá allí existió una troje mexica.

   "Fray Bernardino de Sahagún se ocupó también del tema y nos habló de las "trojes o alhóndigas". "Otra sala del palacio se llamaba petlacalco. En ese lugar posaba un mayordomo del señor, que tenía como cargo cuenta de todas las trojes de los mantenimientos de maíz que se guardaban para proveimiento de la ciudad y república, que cabían a cada dos mil fanegas de maíz, en las cuales había maíz de veinte años sin dañarse, también había otras trojes en que se guardaban la sal gruesa por moler, que la traían por tributo de tierra caliente; también había otras trojes en que se guardaban fardos de chile y pepitas de calabaza de dos géneros, unas medianas y otras mayores (Sahagún 1938, II:311). (2)

Fuente:

1.- Clavijero, Francisco Javier. Historia Antigua de México. Editorial  Porrúa. México, 1974. p.231

2.- Rojas de, José Luis. El control del granero del Imperio y la consolidación del estado mexica. En: Almacentamiento de productos agropecuarios en México. Coord: Gail Mummert. El Colegio de Michoacán, Zamora, 1987. p.30

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