viernes, 15 de enero de 2016

¿El alma vuela realmente? creo que no.

    Lo de hoy es una mera reflexión. Sabemos que las interpretaciones que se van dando a las palabras cambian al paso del tiempo, el ejemplo más claro lo tenemos en México con el buey, que, en la actualidad el término un poco modificado en su fonética cambió totalmente en significado. No es el único caso, hay otro que ha brincado casi, casi al virtuosismo (si es que aplica el calificativo), que es la palabra antro.

  Y esto que encuentro, luego de revisar cientos de registros de defunción, es un concepto que me aclara cómo es que se van deformando las palabras, consecuentemente los conceptos, con tan solo una letra, pues recuerdo que comúnmente decimos que el alma vuela, vuela cuando se muere, se cree que se desprende, y que vuela, pero, ahora de leerlo una, otra y otra vez, la idea es otra, es más abstracta aun, pues el alma no vuela, sino que vuelve a su lugar de origen, lo cual hace mucho más sentido y nos remite a las ideas del México prehispánico, en el que, sea el Mictlán que el Xibalbá, esa alma regresa al punto de origen, no volando, la idea en el antiguo México no especifica si es andando (que de algún modo lo intuye), pero en ningún momento "volando".

  Así pues, el alma no vuela a Dios, el alma vuelve a Dios, en todo caso, regresa al lugar de origen. ¡Que sea!

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