miércoles, 5 de abril de 2017

Breve guía para montar un Altar de Dolores

  Fue un Viernes de Dolores quizá de 1962 cuando vi por primera vez un Altar de Dolores. Ese día entré a la casa de mi abuela que era bastante grande pero ya la habían dividido por dos mitades contaba con un enorme patio central, los corredores eran más anchos de lo habitual, las macetas que los rodeaban eran enormes también y las dimensiones de los helechos de tipo descomunal. Entré solo, eran tiempos en los que la puerta de la calle se dejaba abierta sin problema alguno, ella estaba en la cocina, al fondo.

  Al entrar en el corredor vi en una de las esquinas, la del nor-poniente, en la hornacina donde habitualmente tenía una Sagrado Corazón de bulto que lo había cubierto con un lienzo morado y a un lado estaba la imagen de la Dolorosa con algunas flores. Fue tal el impacto que se me quedó grabado para siempre.

  En esa casa, como en tantas otras de Salamanca, había una habitación que se usaba exclusivamente para colocar el Nacimiento, desde un mes antes se preparaba el lugar con todos los elementos escenográficos necesarios, se desempolvaban las figuras, los ornamentos, se reparaban los que habían sufrido algún desperfecto, algunas piezas eran retocadas y el montaje se llevaba varios días.

  Fue desde entonces que conocí el largo camino que hay que andar para montar un altar, cuando lo que se busca es desarrollar una idea que basada en ciertos elementos clave, seleccionando los colores precisos y los elementos que se usarán. Todo esto ocurrió nuevamente hace dos meses, cuando acordé con un amigo de Romita, Guanajuato, que en una antigua casa que se encuentra en restauración montaría un Altar de Dolores.

  Antes, digamos que de hace medio siglo para atrás, el montaje del altar no era solo colocar cosas sobre una mesa y ya, implicaban fechas precisas y muchos rezos. Un ritual. Lo primero que se hacía, justo el Miércoles de Ceniza o, a más tardar, el primer viernes de cuaresma, era la siembra del trigo. Luego de una rezada se colocaba abundante trigo en cada una de las macetas que serían usadas. De ese modo el llamado "pastito" estaría a la altura necesaria el Viernes de Dolores.

  Había una técnica con la que se creaba el "pastito" blanco el cual era de fuerte impacto al ver el trigo en un color nada habitual. Todo se hacía igual, pero para hacerlo blanco se colocaban las macetas con la siembra en un lugar oscuro en donde no entrara la luz del sol, el trigo germinaría pero no haría fotosíntesis de ahí que se desarrollara blanco. Otra técnica, para crear el "pastito" de diferentes alturas era sembrarlo en segundo y el tercer viernes de cuaresma.

  En la zona centro de la región del Bajío, eran habituales los árboles con naranjas agrias, se usaban más bien como ornamentales pues no crecen ni muy altos ni muy desparramados y para esta fechas se colmaban de naranjas, su textura rugosa daba un aspecto único y siendo agrias, se asociaban con la idea de la amargura de la virgen, de ahí que se usaran en el altar y, en general, en los ornamentos de los Monumentos del Jueves Santo.

  Se elegían siete elementos que representarían los siete dolores de María, si se contaban con esas dagas o abrecartas que son comunes en las artesanías de Toledo, España, irían a la perfección en el altar, de lo contrario se confeccionaban con papel dorado, como una banderita y se clavaban en las naranjas agrias, simbolizando el amargo corazón de María atravesado por cada uno de los dolores que tuvo a lo largo de la vida de Jesús.

  Esa es la idea básica, lo demás es la creatividad que cada quien tenga, el espacio con el que se cuente y la disponibilidad para desarrollar algo que vaya más allá de solo poner una imagen con unas flores... 

  La siembra se hizo como marca la tradición, es necesario regar cada tercer día pues son días en los que la temperatura va en ascenso. También con la debida anticipación fue necesario seleccionar las telas, marcar las adecuaciones, reparaciones y limpieza de todo lo necesario, el empacar lleva mucho tiempo, las cajas se van apilando. 

  Ya en la casa donde se instalaría el altar fue cosa de llegar con 3 días de anticipación, comenzar a sacar el polvo, que era mucho, pues en toda sitio en donde se trabaje con cemento, cal y demás, si algo abunda es el polvo.


  El punto de partida es localizar el lugar donde estará el punto focal de todo, en este caso la imagen de la Dolorosa, una vez identificado comienza el desarrollo de la idea, la cual parte de un bosquejo a lápiz que hago, solo para tener una leve, muy leve idea que, normalmente no es la que queda en el lugar, sino que es una mera idea trasladada a papel... como bosquejo. Pero si no la tengo no puedo comenzar.

  No uso regla ni cinta métrica. Estoy muy acostumbrado al tanteo, siempre me regulo por la cuadrícula del piso, procuro aprovechar los clavos que ya están puestos, el resto va fluyendo poco a poco... soy muy dado al reciclaje, y a usar los elementos que haya en el sitio, sean maderas, ladrillos, o, en este caso, que estaba una vieja consola, luego de limpiarla sirvió de base.

  Simetrías, asimetrías... todo dependerá del momento, de las circunstancias, de los elementos disponibles, es cosa de dejar fluir la idea. En buena medida los propios elementos disponibles te van diciendo dónde van acomodados...

  Terminada esta primera parte, sigue la más tediosa, planchar telas que si no lo están se verán muy mal al final. Luego entra la ornamentación, son muchas horas de labor, tantas como 12 diarias durante 3 días. Y como todo esto entra en la categoría de lo efímero, al día siguiente, en 3 horas, todo regresó a la caja en la que llegó.

 Mientras más manos colaboren, más cosas se pueden ir integrando a la idea original.




  Es primordial mantener orden y limpieza en todo el desarrollo del montaje...



  Agotado, luego de 3 días de no parar, pero con un buen resultado.

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