sábado, 7 de abril de 2018

Una visión del guadalupanismo bien fundamentada

   El tema Guadalupano se antoja infinito, lo es; en esta ocasión extraemos de una publicación del maestro Enrique Florescano una serie de ideas en torno a la imagen, presencia, culto y veneración de Nuestra Señora de Guadalupe, la de México:

   “.... por otra parte, hacia fines de ese siglo y durante la primera mitad del XVIII la devoción a la Guadalupana se convirtió en un culto patriótico generalizado. En 1757 el papa Benedicto XIV declaró “el Patronato Universal” de la virgen de Guadalupe sobre la Nueva España y, en esos años se levantó el edificio de la nueva Colegiata de Guadalupe. Convertida en patrona oficial de los mexicanos, la guadalupana gozaría en ese siglo de un culto y un  fervor unánime, a tal punto que la “devoción por la guadalupana eclipsó la devoción por Jesús”. Gran parte delos sermones, los actos de fe más emotivos, los nuevos santuarios, los innumerables milagros y la mayoría de las empresas religiosas se concentraron en exaltar la imagen de Guadalupe como patrona de una religión patriótica. Su santuario en el Tepeyac fue considerado sede de la Iglesia Universal, “porque es en el santuario de Guadalupe donde el trono de San Pedro vendrá a hallar refugio al final de los tiempos”. Para estos criollos obsesionados por exaltar los valores de su patria el patronato de la guadalupana convertía a México en una nueva Roma.

   Devoción principal de los jesuitas, en buena parte de las órdenes mendicantes y del alto y bajo clero criollo, la virgen de Guadalupe fue asimismo el centro de un culto popular masivo. Las visitas y procesiones periódicas al Tepeyac, las representaciones teatrales de la aparición de la virgen a Juan Diego y la imaginería popular elevaron el culto guadalupano al sitial más alto de la religiosidad mexicana y reprodujeron el nombre de la virgen en cientos de nuevos altares, santuarios, ermitas, cofradías, topónimos y nombres de personas. Taylor sugiere que el papel de Guadalupe como intercesora fue el más importante para los indígenas de fines de la época colonial. Mediadora no solo ante la muerte y lo sagrado, sino en los asuntos más pequeños de la vida diaria, para cuya solución y buen fin la gente solicitaba el apoyo de la virgen.

    No es pues casual que la antigüedad indígena y el culto guadalupano fueran los atractivos que sedujeron la imaginación de Lorenzo Boturini Benaducci, un caballero italiano que estuvo en México entre 1736 y 1743 y fue atrapado por esos dos ejes del patriotismo criollo. La estancia de Boturini produjo tres resultados importantes. En primer lugar, obsesionado por conocer la historia de las antiguas culturas indígenas, emprendió una búsqueda afanosa de códices y testimonios escritos que en siete años lo hicieron poseedor del mayor acervo documental sobre el México antiguo que se había reunido en Nueva España. En segundo lugar Boturini fue uno de los primeros admiradores de La Scienza nuova (1725), la obra de Gianbattista Vico que planteó una interpretación revolucionaria del desarrollo de la historia humana, tomando como ejemplo la Historia Antigua de Occidente. 

   Influido por esta nueva interpretación del proceso histórico que Vico dividía en tres edades (la de los dioses, la de los héroes y la de los hombres), Boturini decidió aplicar la concepción de Vico a la historia antigua de los indios de México. Con este propósito escribió su Idea de una nueva historia general de la América Septentrional y planeó realizar una Historia general de la América Septentorial que no concluyó, junto a estas obsesiones científicas, Boturini fue atraído por “un superior impulso” para investigar “el prodigioso milagro de las apariciones de Nuestra patrona de Guadalupe”. Convertido en devoto de la Guadalupana, reunió muchos documentos sobre este tema y promovió en Roma nada menos que la coronación de la virgen, empresa que, por no considerar el celo patriótico y religioso de los criollos, lo llevó al destierro y a la pérdida de su valiosísima colección de documentos.

  A mediados del siglo XVIII los intentos criollos por recuperar el pasado indígena y el intenso sentimiento religioso que los animaba fueron el centro de un ataque de devastador por parte de algunos de los escritores más influyentes de la ilustración europea. Entre 1749 y 1780 el conde de Buffon, el abate Raynald, Cornelius de Pauw y el destacado historiador escoces William Robertson creyeron advertir una degradación de la naturaleza americana, una incapacidad natural de los oriundos de América para crear obras de cultura y escarnecieron el fanatismo religioso de los españoles. En The History of America (1777) el historiador Robertson afirmó que los Aztecas apenas habían alcanzado el estadio de la barbarie, sin llegar a las cimas de la verdadera civilización. Con severidad protestante criticó la influencia de la religión Católica en la administración de las colonias españolas y multiplicó juicios contra el oscurantismo, la superstición y la ineficiencia administrativa de las dinastías de los Habsburgo a cuyos monarcas culpó de la decadencia que abatió a España a partir del siglo XVII." (1)











Fuente:

Florescano, Enrique. Memoria mexicana. FCE, México, 1994, pp. 472-476

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